Después, casi al despertar



















Foto de Rui Romão



Para José Watanabe



La muerte es muerte,
y lo sabe el que oficia la misa,
y el niño agnóstico,
y el profesor en el rincón del aula;
y lo saben las madres que vende olores en el mercado,
y los gallinazos con sus picos manchados.

El patrón se escapó de casa, una mañana,
enamorado tras su sombra;
orillando a sus criados
a artísticas labores celestes.
Y, jamás sabrá la nube lo hermosa que es
cuando se deforma.
Y, si ponen algo de sudor sobre una piedra caliente,
ésta olvidará de inmediato su sacrificio.

El número tres es el tres,
y un ave suele ser un ave,
y la muerte es la muerte,
y la inmensidad es muerte,
y el grito es muerte,
y el llanto es muerte,
y el fruto en la lluvia es muerte,
y la vida bajo de un plástico es muerte,
y la soledad en el anuncio es muerte,
y el equilibrio en un fósforo es muerte,
y la rabia es muerte,
y la ternura sobre un vidrio es muerte,
y la felicidad en un segundo es muerte,
y la indignación en un músculo es muerte,
y la palabra en los ojos es muerte,
y el tocadiscos es muerte,
y la comadrona en su ley es muerte,
y la mirada de una canción es muerte,
y el verano es muerte,
y el ladrido de los perros es muerte,
y la hoja en el cemento es muerte,
y el gusano en el avión es muerte,
y la muerte es cambio,
y el cambio es vida.
Y la vida es vida al cuadrado.




Alan Ybrahim Luna Rodríguez